domingo, 26 de julio de 2009

1969 ¿Donde estabas entonces?

En 1969 yo casi estaba en el mundo, y el hombre pisó la luna.

Y en 1969 un Serrat de 25 años publica un disco dedicado a Antonio Machado.

Y en 1969, los puristas levantaron su voz y dijeron:




"A los grandes poetas hay que respetarlos, y no se les puede musicar"

Serrat, recordando a aquellos puristas, comentaba:

"No me atacaban a mi. Atacaban la incultura general del país.

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En el año 69, un hombre culto literariamente era el que conocía a Machado antes de que el Serrat lo cantara.

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La auténtica contribución a la poesía no ha de venir a través de un cantante popular, sino que ha de venir de un ministerio de educación y cultura que tiene que tener cualquier país.

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Y si el país no conocía a Machado antes del 68 era culpa del ministerio de cultura que no se preocupó nunca de educar a su pueblo, y que hizo de la educación algo puramente clasista".

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Y mientras más conozco a Serrat más le amo. Y le doy gracias por nacer antes que yo, y por dejar (¡a su edad!) que yo (¡a mi edad!) le ande metiendo mano cada vez que me da la gana.

Yo, de joven, también quisiera ser como él.
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sábado, 18 de julio de 2009

Guiños miopes

Cuando era pequeña guiñaba los ojos para reconocer a quien venía por el otro lado de la calle, para leer lo que escribía la "seño" en la pizarra, para saber si era verdad que mi hermano nadaba hasta la línea de la playa y volvía, para ver las chuches de la estantería del kiosco.

Pero nunca los guiñaba para ver los dibujos de mis cuentos cosidos, ni para darle un beso a mi madre, ni para mimar a mi perro, para éso, me bastaba con acercarme mucho a ellos.

Tampoco los guiñaba para reposar la vista en el horizonte, ni para ver las luces de las calles en navidad.



Porque todas esas cosas eran perfectas así.

Pero como el mundo de los mayores no estaba hecho para mis ojos, la "seño", mis padres y el oculista se pusieron de acuerdo en que tenía un exceso de potencia dióptrica, y que ningún exceso, por miope que sea, es bueno.

Entonces decidieron que delante de mis ojos debían poner unos cristales que modificasen mi excesiva realidad para adaptarla a la disminuida realidad de los demás.

Entonces lo que escribia la "seño" en la pizarra tomaba otra forma más cerrada, los chupaschups de Kojak no eran dispersos, las luces de la calle en navidad no tenían forma de estrella, y descubrí antes de aprender a nadar que mi hermano me tomaba el pelo con lo de "nado hasta la línea y vuelvo", y dejé de ser la niña de los ojos bonitos para pasar a ser "gafitascuatrojoscapitanadelospiojos".

Y algunas de mis costumbres fueron cambiando, dejé de guiñar los ojos para leer el nombre de una calle, para saber quien venía por la acera de enfrente, para leer libros de mayores.



Pero aún hay muchas costumbres que no he cambiado, y me gusta besar sin lentes, me gusta acercarme mucho para ver las fotos o las letras que me gustan, me gusta ver las calles en navidad sin ningún trasto entre la calle y mis ojos, y me sigue importando un carajo saber quien va por el otro lado de la calle.

Eso si, si percibo que levantan la mano y me saludan, aunque me importe un carajo, guiño los ojos para reconocerla, y aunque no consiga adivinar sus facciones, respondo con una sonrisa.



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sábado, 11 de julio de 2009

Juan Repiso



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Se llamaba Juan Repiso, por uno de los siete "niños" de Écija que cantaba el Romance de la Diligencia de Carmona.




Remolino en el camino,
siete bandoleros bajan
de los alcores de El Viso
con sus hembras a las ancas.



Juan Repiso era negro, pequeño, macizo y apretao como una morcilla. Cuando yo le conocí ya era viejo y no quería jugar con nosotros. Pero adiestrado por la agüela, no nos dejaba ni a sol ni a sombra. Que tirábamos pa'l río, pa'l río tiraba Juan Repiso. Que íbamos a la vega, la vega que iba Juan Repiso, cebao cómo una morcilla, con su cabeza gorda y sus paticas cortas.




Cruza pronto los palmares.
No hagas alto en las posadas.
Mira que tus huellas huellan
siete ladrones de fama.



Dormía en el corral, porque "los animales no son personas, por eso comen si sobra y por eso duermen al sereno".



Supongo que me movía el cariño que le tenía a Juan Repiso, por eso cuando mi agüela nos contaba la historia de cómo llegó a la casa, yo le decía que Juan Repiso debía haberse llamado como el otro "Capitán", Luis de Vargas.



Pero mi agüela decía que Juan Repiso no tenía pintas de capitán. Tenía pintas de bandolero, y por eso le pusieron el nombre.




Ellas, navaja en la liga,
ellos la faca en la faja.
Ellas, la Arabia en los ojos,
ellos, el alma a la espalda.


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Durante unas vacaciones en el pueblo, fueron a hacer una visita a un cortijo vecino y se lo encontraron en el camino de vuelta. Mi hermano mayor lo acarició, y Juan Repiso les siguió hasta el pueblo.



Cuando llegaron a la casa, la agüela lo despachó, pero a la mañana siguiente, el perro seguía a la puerta de la casa. Y mi hermano, a pesar de la bronca que le echó mi agüela, le dió un trozo de pan seco.



Decía mi agüela que por la manera en que engullía se iba a llamar Tragabuches. Pero a mi hermano le dió pena ponerle ése nombre, y por eso le llamó Juan Repiso, como otro bandolero del romance.




Tragabuches, Juan Repiso,
Satanás y Malafacha,
José Candio y el Cencerro
y el Capitán, Luis de Vargas



Pasaron las vacaciones, mi hermano volvió a Barcelona y mi agüela se quedó otra vez en el pueblo. Pero ahora ya no estaba sola, que estaba con Juan Repiso.




Echa vino, montañés,
que lo paga Luis de Vargas.
El que a los pobres socorre
y a los ricos avasalla.


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Y cada año, cuando íbamos a verla, ella nos veía más grandes, y nosotros la veíamos más vieja. A ella y a Juan Repiso, que caminaba con paso lento detrás nuestro verano tras verano.



Un año, Juan Repiso ya no estaba más.



"El mal camino hay que andarlo pronto. Que Juan Repiso se ha muerto"



Así, sin más.



Así decía mi agüela las cosas que dolían, pronto, de frente y sin adornos.



Era extraño caminar por las calles del pueblo sin la sombra de Juan Repiso a la espalda, sin oir sus patas lentas andar en el empedrao...



Y mi agüela se hacía la dura, pero yo sé que también echaba de menos a Juan Repiso.
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