sábado, 26 de septiembre de 2009

Se equivocó la paloma

Se equivocó la paloma, se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur, creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo, que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío, que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa, que tu corazón su casa.

(Ella se durmió en la orilla, tú en la cumbre de una rama.)

Rafael Alberti




- ...

- Lo prometo, señor juez.

- ...

- No sabía que estaba robando. Yo creía que podía entrar y quedarme un rato si me apetecía.

- ...

- Creía que todas las casas eran mi casa, aunque estuviesen en otro barrio. Creía que podía entrar a leer lo que quisiera y que me podía ir sin decir nada...

- ...

- Se lo juro.

- ...

- No, no lo sabía...

- ...

- Algunas palabras se me quedaban pegadas a los ojos un rato, pero nunca me he llevado nada.

- ...

- Si, señor.

- ...


- Imagino que por vergüenza, por timidez, por desconfianza... no lo sé, la verdad.

- ...

- Intentaré dejar un aviso, o una nota diciendo que he entrado.

- ...

- Lo sé.

- ...

- Si, también he visto el cartel en la puerta...

- ...

- Lo entiendo, y lo acato, pero no le prometo que no vuelva a intentar forzar la cerradura.

- ...

sábado, 19 de septiembre de 2009

Agüita

En la oficina tenemos un modernisimo dispensador de agua con tres pulsadores. Por uno sale agua fría, friísima. Por el otro, agua a temperatura ambiente. Por el último, agua caliente para las infusiones.

El dispensador, de ultimísima tecnología
made in poland está dotado de un filtro de doble acción que evita posibles contaminaciones.

Podiamos optar entre agua de manantial y agua mineral, y por decisión mayoritaria, es de agua de manantiales
made in ni se sabe, explotados con el máximo respeto hacia el medio ambiente, lo que hace que, tras pasar múltiples controles de calidad, conserve su pureza original y una mineralización equilibrada, ideal para el organismo.

Para beber disponemos de vasos de papel ecológico,
made in italy, herméticamente envasados en paquetes de cincuenta, que garantizan una higiene absoluta.

Cada verano lo mismo (aunque en invierno, también).

No me gusta beber el agua helada, ni tampoco caliente. No me gusta esa agua pura que, de tan pura, sabe a pura asepsia.

Al final éste año he pasado del qué dirán (han dicho de todo) y he optado por beber el agua como dios manda, como se ha bebido siempre en casa y como más me gusta.

El agua con sabor a agua, con un toque terruño, a la temperatura ideal para mis dientes y mi garganta.


Y eso... que me he llevado el botijo a la oficina.
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Fabricado íntegramente en La Bisbal.

¿Que pasa?

domingo, 13 de septiembre de 2009

Déjate llevar... imagina




Imagina que estoy enfrente tuyo...


Va, haz un esfuerzo.

Imagínalo.


Imagina que pongo las manos frente a ti, a la altura de los hombros... con la palma mirando hacia mí.


Imagina que los dedos índices se señalan uno a otro.


Venga, imagina...


Imagina que coges mis dedos. Como si empuñases una espada...


Va, venga... un esfuerzo.


Imagina...


Imagina que te soplo a la cara...








¿A que te parece que vas en bicicleta?

;·D
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Influenza: flu

Es cuando llega el frío.

No el fresquito, no. El fresquito es sólo el preludio de mi alegría especial.

Es cuando llega el frío de verdad cuando me entra esa alegría especial.

La gente me pregunta por qué, pero yo no cuento nada, para que no se rían de éste antigüo secreto que me hace reír.

Y es que es inevitable.

En cuanto empiezo a notar que los tejados están blancos por la mañana, y que en cuanto salgo por la puerta mi aliento se convierte en humo, me entran ganas de reír y de cantar.

Y es el colmo de la felicidad cuando noto aquel picorcillo tan esperado y familiar en la garganta, y el olor del frío que se cuela por mi nariz y llega hasta mi frente, justo entre las cejas.

No, no. No es que me ponga en manga corta para provocar la llegada de los estornudos y de los ojos vidriosos. Espero que la sensación llegue por su cuenta. Es más bonito así.

Y cuando toda mi cara es la imagen viva de una congestión, cuando la cabeza está pero no está, entonces es cuando mi alegría es mayor. En el trabajo, entre estornudo y tos, tarareo una canción. Almas bienintencionadas me ofrecen una aspirina y o un frenadol que por supuesto agradezco y rechazo con una sonrisa.

Porque es entonces cuando llega la sensación, la bella sensación esperada desde el año anterior y que se reproduce invierno tras invierno desde hace ya muchos inviernos.

Dos palabras. "¿Te acompaño?".

Dos en plena calle, dos en pleno frío.

Dos esquinas antes de llegar a mi casa.

Dos horas de secretitos, dos bajo una farola apagada.

Dos cuerpecitos temblando, el mío, no era temblaba de frío.

Dos almas, dos puños apretados en los bolsillos de la chaqueta.

Dos manos curiosas en mi espalda.

Dos narices inexpertas que se chocan torpemente, ahora a la derecha, ahora hacia la izquierda...

Y un amor de resfriado que nació en una tarde para contagiarme el recuerdo de cada invierno...

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miércoles, 9 de septiembre de 2009

En punto bobo

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Recuerdo aquellos tiempos en que te quería matar.

Otras veces te quería comer, sin morderte, para poder comerte de nuevo.

Mis apetencias se alternaban (comerte, matarte, comerte, matarte).

Se duplicaban (matarte, martarte, comerte, comerte).

Se encadenaban sin orden (comarte, materte, metorta, camorte).

Mis apetencias a veces se hacían lazos con artísticos y espectaculares moños, y otras veces eran tan comunes, como los velcros de mis zapatillas.

Había veces en que se ataban a mi estómago como nudos marineros amarrados al ancla más pesada por las manos más curtidas de la mar.

Incluso los he sentido silbar como cintas de colores en manos de una gimnasta que dibujaba círculos en el aire.

Círculos viciosos sin orden, sin principio, sin final.


Pero últimamente tengo inapetencia.

Me sorprende ésta indiferencia asesina.


Pero no me inquieta...

Aceptémoslo: la moda de éste otoño viene suave, tejida en gris y en punto bobo...
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martes, 8 de septiembre de 2009

Virus esceptico: Severo y Angustias

Estoy de un escéptico subido que "pá" qué.

Después de comer, me siento 10 minutos en el sofá antes de volver al trabajo.
En ésos 10 minutos mi nivel de exigencia televisiva está bajo mínimos, lo se, y soy capaz de tragarme lo que me echen.

Es como las lecturas en el baño... ahí también baja el nivel de exigencia literaria. En el labavo, yo he leído desde propaganda del Lidl hasta etiquetas de los botes de jabón, de los desodorantes... pasando por revistas de ideología religiosa que me dejan en el buzón como si fuesen los mejores "best sellers".
Y ruego me perdonen

Pero nos desviemos del tema: La hora de la comida y mis diez minutos de tele.

Ayer tocó Telecinco, y el programa "De buena Ley", en el que el que dos personas que mantienen posturas opuestas en un conflicto tratan de oir los respectivos puntos de vista e intentan llegar a un acuerdo amistoso.

Ayer un marido llamado Severo había puesto límite de 500,00 € a la tarjeta de crédito de su mujer, que se llamaba Angustias.
La angustiada esposa reclamaba a su marido que no limitase sus gastos.
El severo marido llamado Severo se defendia con argumentos típicos y jugaba con el nombre de su angustiada esposa, llamada Angustias.

No pude ver el veredicto del juez, porque me tuve que ir corriendo a trabajar.
El caso: tópicos típicos. Vale.
Pero... ¿y los nombres? Severo y Angustias.

Y no me lo creí.
No puedo dejar de pensar que son actores, mira tú.
Y en que los guionistas deberían haberles puesto a los actores unos nombres menos explícitos.

Últimamente, yo, que me lo creía casi todo, no me creo nada.

Y encima lo comento.

Debe ser un virus.

Estoy de un excéptico total.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Pan Ancestral


- Mamá ¿cuando comeremos pan de hoy?
- Mañana, hijo. Mañana.

Dicho popular de "Ca la Trasto"


Allá por la prehistoria, cuando el día amanecía gris de lluvia, las madres cogían el paraguas, iban a la pescadería y traían a las casas un quilo "bien pesado" de boquerones de plata, sin preocuparse de si eran pescado blanco o azul, los limpiaban, los salaban, los enharinaban y los hacían "reír" en una sartén llena de aceite.
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Mientras, los padres, que no tenían ni idea de lo de la pirámide de los alimentos, ponían en remojo el pan duro de toda la semana, le echaban sal, lo deshacían con las manos, lo escurrían y lo ponían en un plato.
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Freían unos dientes de ajo en la sartén, con unos trozos de tocino fresco cortado a cuadritos.
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Sin quitar nada de la sartén, freían un par o tres de cucharadas de harina hasta que se tostaba y se tornaba dorada.
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Y añadían el pan remojado en agua y se ponían a remover.

Remover y remover la sartén, como si fuese la vida: sin prisas, pero sin pausas, como el "calabobos" que caía en la calle.

Y los más pequeños de la casa, se encargaban de lavar las uvas, de pelar y trocear una buena bandeja de naranjas, de poner en la mesa los vasos, los platos, la botella de vino y la gaseosa.

¡Y en un rato, llegaban las migas, los boquerones, las naranjas y las uvas dulces!


Yo las aprendí a hacer de mi padre.
Y mi padre, del suyo.
Y mi agüelo de su padre.

Y sin saber desde cuando existen, puedo jurar sin temor a equivocarme que las migas existen desde siempre.

Y seguro que en cielo, también hacen migas cuando llueve.


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