sábado, 1 de mayo de 2010

Domingo por la mañana

Los domingos por la mañana les paso revista a mis yayos, para que estén guapos.

A mamá nunca le hago casi nada. Creo que mi madre es la mujer más guapa del mundo con los ochenta cumplidos. Le bailan un poco las manos, anda torpe y tiene arrugas en la retina y en la memoria, pero no en la cara.

La última vez que estuvo ingresada en el hospital, un señor que vino a visitar a su compañera de habitación le tiró los tejos varias veces, hasta que un dia le dijo:

"Señora, yo la conozco de algo... ¿no nos hemos visto en el baile?"

Había que ver la cara que puso mi madre.

"Mire usted, yo no voy a los bailes. No vamos ni yo ni mi marido"

Mi padre tiene en la cara y en las manos todas las arrugas que no tiene en la memoria, y presume de ello contando y recordando historias del año de la nana. Desde hace un tiempo ha cambiado el cinturón del pantalón por unos tirantes de goma. Cada mes mas o menos le corto los pelillos que le salen de la nariz y de las orejas, y le repaso la nuca con una maquinilla de afeitar, para que esté guapo y "esclarecío".

A papá, en los últimos años le han crecido las orejas y la nariz... un montón. Sobre todo las orejas. Me parece alucinante verle cada vez más encogido de hombros y más expandido de orejas.

Se discuten. Unas veces por que mi padre no quiere tomarse la leche, otras porque mi madre no da su brazo a torcer en lo de "Que sí, chiquilla. Que la tienda la ha montado el nieto de Dienteoro, que es hijo de la niña mayor, la que se casó con Adolfico, que tenía una hermana que vivía en la calle de tu prima Amelia".

Será porque les siento a ellos envejecer... no lo sé.  

Pero hoy he pensado que a pesar de todo, de todo y de todo, quiero que me sigas queriendo siempre, aunque te pongas tirantes y aunque nos crezcan la barriga y las orejas...


Eres mi mejor amigo, sabes cosas de mí que no sabe nadie. Lo sábados por la mañana, mientras nos tomamos el café con leche, tu vestido para irte, yo en pijama, con gafas, despeinada y sin duchar, me miras como si fuese algo muy valioso, y yo me crezco cuando me miras así. 

Conoces mis fallos, mis tristezas y mis alegrías. Eres el único capaz de detectar en un mínimo movimiento de mi nariz, imperceptible para el resto del mundo (incluso para mí, que he tratado siempre de descubrir ése gesto chivato mirándome y haciendo muecas en el espejo), que la comida que intento comer no me gusta, o que la persona con la que estoy hablando me dá dentera... 

Sabes por mi tono de voz que me pasa algo, aunque te diga que no me pasa nada. Sabes esperar un par de horas a que se me pase la tontería sin insistir en que te cuente lo que me ha amargado el momento. Me quieres. Me dejas espacio para mis secretos, sin preguntas... 


Y será porque mañana es domingo por lo que me he puesto a pensar.


Y eso, amigo, que ¡estamos apañaos!. Ahora si que la hemos liao buena.

Que después de veinte años juntos, que resulta que quiero envejecer contigo. 


Ya ves ...

Como canta mi madre:

¡Ahora si que estamos bien!
Tu preñada y yo en la carcel.
Tú no tienes quien te meta
yo no tengo quien me saque.

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