Fué un robo limpio, agente. Nada de intimidación, a la antigüa usanza, como cuando el robo era un arte y no hacía falta amenazar a nadie. Y mucho menos sacarle una navaja.
Pasaba por allí y la ví sonreír... ¡Y claro que sabía que aquella sonrisa no me la dirigía a mi!
No, no me importó.

Jamás vi una sonrisa tan bonita... ¿que mas dá que no me la dirigiese a mí?
A las dos semanas ví la misma sonrisa en todos los kioscos, pero la original aún la tengo en el bolsillo.
Si quiere se la enseño... Ahora sólo me la pongo en ocasiones especiales, en la solapa, prendida con un alfiler.
¿Perdone... me la puede poner usted? Es que últimamente me tiembla un poco el pulso...
Trasto, eres muy especial :)
ResponderEliminarEl día menos pensado me paso al mundo del crimen yo también, estate atenta ue cuando menos te lo esperes... :P