domingo, 31 de mayo de 2009

Soneto para tu mano el 9 de marzo de 2007


.
.
.

Ayer me dí cuenta, vida,
que cuando sales del cole
ya no buscas mis bolsillos
ni te llevo la mochila.

Que tristeza, corazón.
Que tristeza y que alegría
recibir tus mil mimitos
sólo cuando no hay visitas.

Y que alegría, alma mía,
ver que se van alargando
aquellas manos gorditas.

Y que penita, mi amor,
cuando veo que tus manos
ya no caben en la mías...



A mi niño, que se me ha hecho mayor como si tuviera tanta, tanta prisa...

La cajita del 22 de febrero de 2007

.
.
.
La cajita
.

Cuando nació sus padres lo proclamaron a los cuatro vientos. Y los cuatro vientos, cotillas como ellos solos se encargaron de transportar la buena nueva por todos los rincones de la tierra. Y de todos los confines fueron llegando visitantes al castillo, con presentes para agasajarla.

Vinieron todas las hadas.

Y vinieron todos los magos.

Cada uno traía un regalo.

Y a cada regalo se oía un “Ooohhh!” del resto de los asistentes.

Pero sin duda, el regalo más extraño fue el que le hizo el Pequeño Mago Grandón. Era tan pequeño y tan grandón que fue el último en entregar su regalo.

Era una caja. Una simple caja de madera.

Sólo se oyeron un par de “Oooohhh!” de algun despistado que no alcanzaba a ver lo que sus manos ofrecían a la niña.

El Pequeño Mago Grandón dijo:

“Es una caja para guardar las distancias”.
“Con ella podrás mantenerte a salvo. Cuando creas que debes alejar tus cosas íntimas de alguien, imprescindiblemente deberás tratarle de usted, e irremediablemente guardar las distancias con esa persona metiéndolas en esta cajita”.


Y ella, que desde su cuna no entendió demasiado bien el significado del regalo, no guardó ninguna distancia mientras fue pequeña.

Durante la adolescencia, alguna vez guardaba alguna distancia. Pero la volvía a sacar rápidamente.

Pero cuando creció y se hizo mayor, cada vez se hacía más reservada, y el guardar distancias se convirtió para ella en una costumbre que la mantenía a salvo. Y empezó a guardar distancias con todo el mundo.

Un buen día decidió mirar lo que había en su cajita. Y había guardado tanto las distancias que en su caja había distancia como para recorrer toda la tierra, al menos siete veces, navegando incluso por los siete mares sin fondo, los mil colores invisibles del gran arcoiris, el país de las hadas sin nombre y hasta el séptimo cielo .

Pero jamás hizo ningún viaje, porque ante una caja tan llena, se encontraba tan vacía que no le quedaban ni ganas de viajar.




Dedicado al Pequeño Mago Grandón, que me trajo la inspiración para este cuento.